Hogar Música Un Muti ‘estelar’ para la odisea de la primera compositora del Concierto de Año Nuevo

Un Muti ‘estelar’ para la odisea de la primera compositora del Concierto de Año Nuevo

por Carlos Berríos

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El bucólico solo de clarinete dio paso a la Polca de las Demoliciones de Johan Strauss II, para conmemorar el bicentenario del nacimiento de ‘Schani’ (en octubre), mientras Muti, a sus 83 años, con un bypass pero sin síntomas de abatimiento, se entregaba a las labores de la alquimia para convertir el ruido de los martillos en melódicos y suaves tríos. Y consiguió extraer pasajes de inusitada belleza del Vals de la Laguna a su paso por la Venecia austrohúngara sin que el público (como ocurrió durante su estreno en 1887) se sintiera llamado a proferir maullidos y otro tipo de sonidos animales.

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Se contagió también el maestro napolitano de la felicidad Eduard Strauss cuando, en calidad de orgulloso embajador de los Bailes de la Corte de Viena, compuso Luftig und duftig (esto es, «aireada y perfumada»), una polca tan vertiginosa que algunos de los asistentes al Musikverein (cuyas entradas alcanzan los cuatro dígitos en euros, previo sorteo) apenas tuvieron tiempo de olerla. Tras esta pieza, se emitió un documental, 2025: Una odisea por Strauss, con Thomas ídem, tataranieto de aquel, haciendo del tripulante Dave Bowman en un divertido sucedáneo de la epopeya de Kubrick.

Tras el descanso, volvió Muti a empuñar la batuta para una lectura cuasi operística de El príncipe gitano de Johann hijo con su popurrí de emociones: contrastes en tonos menores y ritmos sincopados para una historia de alianzas (entre Austria y Hungría) con España como enemiga. Sonaron después las Aceleraciones de Johann hijo y los Hermanos alegres y La chica de las violetas de Joseph Hellmesberger, apellido de compositores y músicos muy vinculados a los orígenes de la Filarmónica de Viena, una de las mejores fábricas de sonidos, y también una de las más herméticas a fin de preservar su inigualable calidad.

El momento más esperado por el público llegó con el arreglo del Wolfgang Dörner del Ferdinandus Walzer de Constanze Geiger, la primera compositora de la historia en ver su nombre impreso en el programa del Concierto de Año Nuevo (y con esta son 85 ediciones). Geiger, niña prodigio de la alta sociedad de mediados del siglo XIX que destacó también como pianista y actriz antes de casarse con el príncipe Leopoldo de Sajonia-Coburgo y Gotha, compuso este vals con 12 años, pero no hay en la partitura un solo atisbo de infantil candidez, sino, al contrario, un profundo sentido de las proporciones melódicas.

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