Hizo después Muti alarde de su dominio del contra-tiempo vienés (el famoso after beat), ese que desafía (sobre todo en los valses) las expectativas del oído, para insuflar vida a un surtido de polcas: ¡Una cosa o la otra! de Schani (una historia de cuernos magistralmente resuelta en el pentagrama que contó en la escenificación de la locomotora a vapor con el español bailarín Andrés García Torres), las Transacciones de Josef, Annen de Johann (dedicada a la matriarca de los Strauss durante una fiesta en el Prater) y El chisme, de Johann hijo, una sátira musical sobre la prensa sensacionalista y las fake news. Todo muy actual.
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Se lució Muti durante ese precioso brindis a la esperanza en tiempos de incertidumbre que es el vals Wein, Weib und Gesang («vino, mujeres y música», por este orden) de Johann júnior con el que, según cuentan, Wagner (ferviente admirador de los Strauss) sopló las velas de su sexagésimo cumpleaños en la cima de Bayreuth. Y así el maestro italiano desveló la primera de las tres propinas (la secreta): una exquisita versión de La bayadera de Schani que predispuso al público para la traca final: El Danubio azul (con la habitual interrupción de Muti y los filarmónicos para la felicitación a coro del Año Nuevo) y la Marcha Radetzky.